domingo, 30 de diciembre de 2012

Fiesta de San Blas en el monasterio de San Pelayo. Oviedo.

► Veneración de la reliquia en distintos momentos del día 
Lugar: iglesia del monasterio de San Pelayo (calle de San Vicente, s/n. Oviedo).

Actos:

  • Dos Misas por la mañana y dos por la tarde, ofrecidas por las intenciones de los que se encomiendan al Santo mártir.
  • Veneración de la reliquia en distintos momentos del día.
  • Aplicación de la Misa por los devotos de San Blas y San Pelayo el día 3 de cada mes, durante todo el año.
Historia de esta fiesta

En Oviedo, una venerable reliquia de San Blas —protector de los enfermos de garganta— estuvo custodiada secularmente por las monjas benedictinas de Santa María de la Vega, fundación del siglo XII, instituyéndose más adelante una Cofradía de San Blas destinada a fomentar la piedad y la caridad entre sus miembros. El Papa Sixto V concedió en el año 1588 un jubileo con indulgencia plenaria a todos los cofrades de San Blas y otros fieles que en el día de su fiesta visitasen y orasen ante el Santo. Esta Bula papal se conserva en el Archivo del Monasterio de San Pelayo, así como un libro en el que se asentaban los cofrades.

Cuando en 1854 la comunidad de Santa María de la Vega fue expulsada de su monasterio (actual Fábrica de Armas), las monjas que allí vivían encontraron refugio y fueron acogidas fraternalmente por las monjas del Monasterio de San Pelayo. Con ellas llegó también la reliquia de San Blas y allí se trasladó la costumbre de venerar el santo y su reliquia el 3 de febrero de cada año, día en que llegan muchas gentes de Oviedo y de otras partes de Asturias a rezar al santo e implorar ayuda para sus dolencias.

Hace años, coincidiendo con esta fiesta y precedida por la bendición de las candelas el día 2, fiesta de la Purificación de Nuestra Señora —Presentación del Señor—, se celebraba la llamada romería de las naranjas, la primera de las romerías ovetenses. Primero en el Campo de la Vega, donde se encontraba el Monasterio de Santa María y más tarde en la calle de San Vicente, donde se encontraba y se encuentra el Monasterio de San Pelayo, las naranjas, llegadas en carros desde las zonas asturianas más aptas para el cultivo de esta fruta, se vendían; y, aprovechando la gran concurrencia de gentes llegadas por los dos acontecimientos citados, se celebraba una fiesta de gran colorido, con gaita y tambor. Esto ha desaparecido actualmente, pero no así la mucha afluencia de gentes que se acercan a la iglesia del Monasterio el día 3 de febrero de cada año para rezar a San Blas.

Vida de San Blas


San Blas nació en Sebaste, ciudad de Asia Menor, perteneciente a la provincia romana de Armenia, en la segunda mitad del siglo III. Allí hizo sus estudios y se inició en el ejercicio de una profesión: la medicina, que le permitió estar en contacto con el dolor de los hombres, y le brindó la posibilidad de ofrecerles no sólo alivio a sus cuerpos heridos, sino también una ayuda más completa a su sufrimiento y su angustia. Todo ello le fue acercando cada vez más a Cristo, llegando a sentir una fuerte atracción a dedicarse más intensamente a la oración, a la meditación y a la penitencia. Para ello empezó a retirarse a una cueva solitaria en una montaña cercana, compaginando el ejercicio de su profesión con la oración y la penitencia.

Por entonces quedó vacante la sede episcopal de Sebaste. Era preciso elegir otro obispo que dirigiese la comunidad y sostuviese su aliento cristiano. En aquella época la elección no siempre recaía sobre sacerdotes y, así, los presbíteros y responsables de la misma volvieron sus ojos hacia aquel médico seglar de vida santa y entrega abnegada, que unía a su trabajo profesional una intensa vida de oración y penitencia. Unánimes, sacerdotes y fieles lo aclamaron como su obispo. La nueva responsabilidad episcopal le ofreció ocasión para vivir con más intensidad y plenitud su fe, su piedad y su amor a los hombres, sus hermanos, compaginando la dirección cercana y esmerada de la comunidad creyente con el retiro para entregarse a la oración, al encuentro personal con Dios. Su lugar preferido era una cueva que se abría en un monte de aquella comarca, llamado monte Argeo. Allí pasaba gran cantidad de tiempo.

La vida y el crecimiento de la comunidad cristiana de Sebaste transcurría con sosiego y paz interior. Pero todo ello se vio brutalmente interrumpido por una cruel persecución que llevó al Obispo al martirio.

Cuando era conducido desde la cueva donde se ocultaba hacia la capital de su diócesis, donde le esperaba la muerte, refieren las Actas que una madre se acercó al santo con su hijo moribundo: una espina de pescado se le había atravesado en la garganta y se estaba ahogando. La mujer, angustiada, pide ayuda al Obispo que iba caminando encadenado. El santo impone las manos sobre el niño agonizante, traza la señal de la cruz sobre su garganta, eleva una oración a Dios y el muchacho se reanima; arroja la espina y se recupera inmediatamente. De este episodio arranca la devoción a San Blas como protector de los enfermos de garganta.

El santo, después de muchos tormentos, es decapitado en la misma ciudad de Sebaste. La investigación ha establecido como fecha más probable de este acontecimiento el 3 de febrero del año 316.

Sobre el lugar de su martirio se levantó enseguida un templo y su devoción se extendió rápidamente por Oriente y de allí pasó a Occidente, siendo uno de los mártires de la Iglesia que mayor popularidad ha alcanzado en las comunidades cristianas.

Bibliografía: Silverio Cerra Suárez, San Blas, obispo y mártir, libro sobre su vida editado por la Comunidad del Monasterio de San Pelayo (Oviedo, 1994).
 
Nota: algunas fiestas puede que no se celebren en la fecha indicada y sí el fin de semana anterior o posterior a la misma. 

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