domingo, 20 de enero de 2013

Fiesta de Santu Medé: San Emeterio y San Celedonio en Pimiango. Ribadedeva

▸ Patrón de los zapateros o «tamargos» 
Ermita de San Emeterio
Se celebra el primer fin de semana de marzo (el primer sábado y domingo; es decir, si coincide el domingo en 1 de marzo, la fiesta se trasladará al 7 y 8 marzo).

San Emeterio o Santu Medé, patrón de los zapateros o «tamargos» —que aquí en Pimiango ejercían el oficio de manera ambulante e idearon una jerga, el mansolea, para no ser entendidos por los extraños—, tiene fama de sanador de huesos rotos, sobre todo de piernas y pies («Valamé, valamé / Pericote rompió un pie / y después que lu rompió / llevolu a Santumedé», dice la popular canción).

Del santo dice el poeta Celso Amieva:

Aquí de Santu Medé
abogado-sacerdote
de cojos; del pericote
druida... ¿Por qué?
¿Por qué? ¿Por qué?
Santu Mederu u Medé
dicen que es San Emeterio
pero aquí hay misterio.
¿Por qué?
El culto a Santu Medé
en torno al templo ancestral
que es la cueva del Pindal...
¿Por qué?...

Este santo convoca una muy destacada romería, con una larga procesión con ramo desde el pueblo de Pimiango hasta la ermita, un santuario de gran tradición, a cuyo lado, al borde del mar, se encuentra la interesantísima cueva paleolítica de El Pindal. Durante la misa una minúscula capillita con pórtico sostenido por dos columnas de piedra, que está situada al otro lado del prado, hace las veces de altar.

El programa festivo

Santu Medé se festeja en Pimiango —pueblo que dista 4 km de la villa de Colombres, capital del concejo o municipio asturiano de Ribadedeva— el primer fin de semana de marzo.

El sábado es el pregón, después actuaciones musicales y verbena.

El domingo, día grande, los actos comienzan con la procesión desde la iglesia parroquial hasta la ermita con el ramu (armazón piramidal de madera adornado por las mozas con ramajes, flores y colgaduras, del que penden los roscos de pan), provisto de unas andas que portan cuatro mozos, tradicionalmente los quintos, y escoltado por dos filas de mozas bellamente engalanadas, que entonan cánticos alusivos al son de tambor y panderetas: «Levanten mozos el ramu / con el pulso bien sereno / que lo vamos a llevar / al mártir San Emeterio». A continuación, en la ermita, celebración de la Santa Misa, de campaña, en el prado entre capillas y el altar en la capilluca, cuando el tiempo lo permite. Hay ofrenda del ramu al santo en el pórtico del santuario. La fiesta religiosa finaliza con la subasta del pan del ramu, destinando lo recaudado al mantenimiento del templo: «El ramu que hemos cantado / lo vamos a rematar / Suban señores por alto / que al Santo le ha de gustar».

El 10 de octubre de 1990 el Ayuntamiento de Ribadedeva declara la fiesta de Santu Medé de «Interés Municipal».

Coincidiendo con estas fiestas, se publica anualmente el Revistín de Santu Medé, una edición impresa no venal sobre Pimiango y sus gentes, donde, además del programa de la fiestas, se incluyen escritos de colaboradores voluntarios. El primer número se edita en 1980.

Historia
Emeterio y Celedonio, Santos
Mártires

Martirologio Romano: En Calahorra, en la Hispania Tarraconense, santos Emeterio y Celedonio, los cuales, estando cumpliendo la milicia en los campamentos junto a León, en la provincia de Galicia, por confesar el nombre de Cristo al inicio de la persecución fueron conducidos a Calahorra y allí coronados con el martirio (c. s. IV).

Etimológicamente: Emeterio = Aquel que es defensor, es de origen griego,

En verso recogió por escrito los relatos de su muerte el poeta hispano Prudencio.

Calahorra (La Rioja, España) está unida a estos soldados por el hecho de su martirio y quizás también por ser el lugar de su nacimiento. Otros señalan a León como cuna por los libros de rezos leoneses —antifonarios, leccionarios y breviarios del siglo XIII— al interpretar «ex legione» como lugar de su proveniencia, cuando parece ser que la frase latina es mejor referida a la Legión Gemina Pia Felix a la que pertenecieron y que estuvo acampada cerca de la antigua Lancia, hoy León, según se encuentra en el documento histórico denominado "Actas de Tréveris" del siglo VII.

En la parte alta de Calahorra está la iglesia del Salvador —probablemente en testimonio perpetuante del hecho martirial— por donde antes estuvo un convento franciscano y antes aún la primitiva catedral visigótica que debió construirse, según la costumbre de la época, junto a la residencia real, para defensa ante posibles invasiones y que fue destruida por los musulmanes en la invasión del 923, según consta en el códice primero del archivo catedralicio.

No se conocen las circunstancias del martirio de estos santos; no las refiere Prudencio. ¡Qué pena que el emperador Diocleciano ordenara quemar los códices antiguos y expurgar los escritos de su tiempo! Con ello intentó, por lo que nos refiere Eusebio, que no quedara constancia ni sirviera como propaganda de los mártires y evitar que se extendiera el incendio.

Tampoco hay en el relato nombres que faciliten una aproximación. ¿Fue al comienzo del siglo IV en la persecución de Diocleciano? Parece mejor inclinarse con La Fuente por la mitad del siglo III, en la de Valeriano, contando con que algún otro retrotrae la historia hasta el siglo II.

Cierto es que Prudencio nació hacia el 350, deja escrita en su verso la historia antes del 401, cuando se marcha a Italia, hablando de ella como de suceso muy remoto y no debe referirse con esto al tiempo de Daciano (a. 304) porque esta época ya fue conocida por los padres del poeta. Es bueno además no perder de vista que el narrador antiguo no es tan exacto en la datación de los hechos como la actual crítica, siendo frecuente toparse con anacronismos poco respetuosos con la historia.

El caso es que Emeterio y Celedonio —hermanos de sangre según algunos relatores— que fueron honrados con la condecoración romana de origen galo llamada torques por los méritos al valor, al arrojo guerrero y disciplina marcial, ahora se ven en la disyuntiva de elegir entre la apostasía de la fe o el abandono de la profesión militar.

Así son de cambiantes los galardones de los hombres. Por su disposición sincera a dar la vida por Jesucristo, primero sufren prisión larga hasta el punto de crecerles el cabello. En la soledad y retiro obligados bien pudieron ayudarse entre ellos, glosando la frase del Evangelio, que era el momento de «dar a Dios lo que es de Dios» después de haberle ya dado al César lo que le pertenecía. Su reciedumbre castrense les ha preparado para resistir los razonamientos, promesas fáciles, amenazas y tormentos. En el arenal del río Cidacos se fija el lugar y momento del ajusticiamiento. Cuenta el relato que los que presencian el martirio ven, asombrados, cómo suben al cielo el anillo de Emeterio y el pañuelo de Celedonio como señal de su triunfo señero.

Muy pronto el pueblo calagurritano comenzó a dar culto a los mártires. Sus restos se llevaron a la catedral del Salvador; con el tiempo, las iglesias de Vizcaya y Guipúzcoa con otras hispanas y medio día de Francia dispusieron de preciosas reliquias. Junto al arenal que recogió la sangre vertida se levanta la catedral que guarda sus cuerpos.

Hoy Emeterio y Celedonio, los santos cantados por su paisano Prudencio, y recordados por sus compatriotas Isidoro y Eulogio son los patronos de Calahorra que los tiene por hermanos o de sangre o —lo que es mayor vínculo— de patria, de ideal, de profesión, de fe, de martirio y de gloria.

Fuente: Archidiócesis de Madrid
 
Nota:
Algunos eventos puede que se celebren el fin de semana anterior o posterior.
Algunos textos han sido obtenidos, respetando sus condiciones de uso, de Catholic.net.

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