domingo, 13 de enero de 2013

Carnaval en Asturias

► Su antecedente más remoto: danzas propiciatorias de la caza en el Paleolítico 
El Carnaval en Asturias
Reciben tal nombre las fiestas en las que se usan disfraces y máscaras. Quizá su antecedente más remoto sean las danzas propiciatorias de la caza que se practicaban en el Paleolítico, de las que son ejemplo las fiestas del cervus de donde parecen derivarse las zamarronadas de Lena. No obstante, sus orígenes claros son las fiestas lupercales y las bacanales romanas, en las que las bacantes sacerdotisas de Baco recorrían las calles, cubierta en parte su desnudez por una piel de tigre, portando una tea encendida, al tiempo que eran perseguidas por grupos de sátiros que imitaban los movimientos de la embriaguez.

Es Asturias, el carnaval era el antroxo, antruejo, entruejo y antruido, conjunto de términos que, en el fondo, servían para denominar a una misma fiesta, la cual se relaciona en la mitología asturiana con el culto pagano a los manes espíritus de los muertos, mediante pretendidas transformaciones en el homo-lupus y otras manifestaciones de zoolatría, que dieron origen a los guirrios, zamarrones, ramasqueros, sidros, vexigueros y bardancos. El antroxo era el día grande que, en villas y aldeas, se celebraba mediante una copiosa comida con abundante bebida, y que, si en un principio abarcaba tres días, más tarde se redujo al «Martes el Gordo» —víspera de Ceniza—. En estos banquetes se servían lo que da al antroxo un carácter goloso ciertas frituras típicas, como bollinas, casadiellas, frixuelos, foyuelos, figolas, orejones y torrejas, torreyas o torrijas, según los gustos y denominación de cada lugar asturiano. También era frecuente preparar un abundante pote bien repleto de embutido de cerdo, tal como el panzón o xuanicu, enorme morcilla hecha con el estómago del cerdo, en cuyo interior había lenguas, riñones y corazón, bien picados y adobados, puesto posteriormente a curar al humo de una chimenea alimentada con leña. Era el antroxo un día de holganza obligatoria quienes trabajasen, debían pagar la merienda a los mozos que les encontrasen en esa actitud y dc prodigalidad nadie dcbía ser avaro con sus alimentos, y aún era menos posible desprcciar una invitación a ingerirlos; asimismo, era costumbre producir por toda la villa o aldea enorme estrépito, tal como se dice en:

Martes de antruido
has de venir,
cuencos y platos
han de ruxir,

lo cual no era meramente un dicho, ya que, armados con cuantos pucheros desportillados, platos mcdio rotos, y dcmas objetos afines que lograscn reunir, los mozos iban de puerta en puerta, al atardecer del «Martes el Gordo», arrojándolos mientras decian:

¡Fulano!... ¿Antroxaste ya?...
pues si no antroxaste, allá te va...

Otras manifestaciones de esta costumbre eran arrojar huevos podridos a las personas y atar latas a las colas de cuantos perros y gatos encontrasen en su camino.

Las prácticas carnavalescas
Las costumbres y ritos que tienen lugar en el período de carnaval se caracterizan por:


  • su carácter festivo, a menudo satírico y procaz, con una fuerte dimensión tanto de crítica socio-política como de liberación sexual.
  • su violencia reglamentada.
  • su espíritu de inversión y de transgresión.
  • Entre tales costumbres y ritos carnavalescos, algunos de los que mayor arraigo tienen en la tradición hispánica y universal son las de:
  • disfrazarse de modo ridículo. Particularmente común es que el hombre se disfrace de mujer y la mujer de hombre. También son comunes los disfraces masculinos con pieles y pellejos de animales, que se complementan a veces con cascabeles, campanas y cencerros.
  • hacer parodias de las autoridades e instituciones (religiosas y políticas) de la comunidad. A veces también se parodia su forma de vestir, de hablar, de hacer discursos, etc. Son especialmente comunes las parodias de elementos culturales cristianos y la exaltación de los paganos. Muchas veces, estas parodias son cantadas a coro por grupos grandes de personas, y reciben el nombre de comparsas, chirigotas, etc.
  • realizar actos escandalosos y estrafalarios, es decir, convertir temporalmente la locura en norma de conducta. Las "fiestas de locos" medievales eran típicamente carnavalescas.
  • realizar comidas especiales, particularmente de carne, y especialmente de cerdo.
  • ingerir bebidas alcohólicas, especialmente vino.
  • arrojar unas personas a otras (especialmente hombres solteros a mujeres) ceniza, hollín, salvado, harina, etc.
  • realizar celebraciones, romerías y procesiones paródicas y burlescas. Por ejemplo, el «entierro de la sardina». 
Nota: algunas fiestas puede que no se celebren en la fecha indicada y sí el fin de semana anterior o posterior a la misma. 



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